Artículo cedido a PPA! por Paolo Milèa, responsable del site brasileño Power Pop Station:
Michael Carpenter debe dormir poco, prolífico como él solo, el multi-instrumentista y productor australiano es de esas pocas personas capaz de estar en misa y en la procesión al mismo tiempo. Ha formado parte de bandas como Richies, Finkers o Pyramidiacs; ha sido el productor de otras como Chevelles, Ben`s Diapers, Happy Loosers, Pyramidiacs, Supahip, James Cooper y más recientemente de Adam Power o Marty Rudnick, ha girado por Europa con los Finkers y los Pyramidiacs, además de hacerlo también en solitario… ¡es incombustible, parece que vive sólo para la música!
Por todo lo anterior -y mucho más- Carpenter es uno de los nombres más respetados dentro de la escena del power pop actual. En el año 2004 publicaba su quinto y hasta la fecha mejor disco: “Rolling Ball”, en el que se atreve a tocar cualquier cosa susceptible de producir sonido: guitarra de doce cuerdas, bajo de ocho, melotrón, órgano hammond, oboe, pieno, arpa, flauta, batería, etc. El disco fué grabado y mezclado en su estudio de Sydney: el Statefright Studio.
¿Talento genial o artista egocéntrico?, la audición de este trabajo nos proporciona la respuesta. Carpenter es un maestro de la canción POP perfecta, y “Rolling Ball” supone una incursión en los últimos 40 años de la música pop y una inevitable inmersión de los sentidos en el mundo de los placeres y el bienestar. Las letras abordan las distintas reflexiones del músico, a modo de balance, sobre sus experiencias vividas en estos últimos años, como ocurre ya desde la energética canción que abre y da título al disco: “mi vida es como una bola en movimiento”, musicada en clave americana (estilo que revive las tradiciones de la música country americana y la funde con el rock moderno), este tema recoge influencias de Tom Petty y las combina con armonías al más puro estilo del sixties pop.
“Everyday” es una canción de espíritu optimista en la que Carpenter nos habla del sol australiano, de su chica y de la certeza de que las cosas siempre pueden ser mejores. La más pura escuela de la Costa Oeste americana en el arte de tocar una Rickembaker de doce cuerdas, “Good Enough” recoge la necesidad de ser feliz, para ello presenta una bella ambientación acústica sobre la que esparce el sonido de un órgano hammond y unas angelicales armonías vocales. En “No One” lamenta la tristeza ajena sin descuidar musicalmente ni la melodía ni los arreglos, la balada está impregnada de guitarras acústicas de doce cuerdas, un hammond envolviendo el ambiente y una melodía de cortar el corazón. “The Day Before” distorsiona la voz del australiano hasta darle un clima psicodélico al que colorea con unos coros femeninos al estilo Motown.
“The Ache” y “You & Me” comparten la simbiosis entre la música americana de raiz y las melodías radiofónicas del pop. Capitaneada por el piano y las guitarras doce cuerdas de Carpenter. “On My Mind” sintetiza la propuesta primordial de las buenas canciones, que es ni más ni menos que la de emocionar. El tema doce, sin título y a modo de bonus track, revela la facilidad compositiva de Carpenter a la hora de crear melodías que hablan directamente al corazón, una canción en clave country folk en la que el australiano se presenta como un trovador solitario que expone sus reverencias a los Beatles.
Michael Carpenter asume que escuchando “Rolling Ball” tiene la certeza de estar ante su trabajo más maduro y consistente y que incluso es capaz de hacer otro mejor. A los aficionados nos queda la duda de si mantenemos a Carpenter como nuestro secreto australiano mejor guardado o le deseamos un futuro asalto a las listas de éxitos del pop mundial.
Por todo lo anterior -y mucho más- Carpenter es uno de los nombres más respetados dentro de la escena del power pop actual. En el año 2004 publicaba su quinto y hasta la fecha mejor disco: “Rolling Ball”, en el que se atreve a tocar cualquier cosa susceptible de producir sonido: guitarra de doce cuerdas, bajo de ocho, melotrón, órgano hammond, oboe, pieno, arpa, flauta, batería, etc. El disco fué grabado y mezclado en su estudio de Sydney: el Statefright Studio.
¿Talento genial o artista egocéntrico?, la audición de este trabajo nos proporciona la respuesta. Carpenter es un maestro de la canción POP perfecta, y “Rolling Ball” supone una incursión en los últimos 40 años de la música pop y una inevitable inmersión de los sentidos en el mundo de los placeres y el bienestar. Las letras abordan las distintas reflexiones del músico, a modo de balance, sobre sus experiencias vividas en estos últimos años, como ocurre ya desde la energética canción que abre y da título al disco: “mi vida es como una bola en movimiento”, musicada en clave americana (estilo que revive las tradiciones de la música country americana y la funde con el rock moderno), este tema recoge influencias de Tom Petty y las combina con armonías al más puro estilo del sixties pop.
“Everyday” es una canción de espíritu optimista en la que Carpenter nos habla del sol australiano, de su chica y de la certeza de que las cosas siempre pueden ser mejores. La más pura escuela de la Costa Oeste americana en el arte de tocar una Rickembaker de doce cuerdas, “Good Enough” recoge la necesidad de ser feliz, para ello presenta una bella ambientación acústica sobre la que esparce el sonido de un órgano hammond y unas angelicales armonías vocales. En “No One” lamenta la tristeza ajena sin descuidar musicalmente ni la melodía ni los arreglos, la balada está impregnada de guitarras acústicas de doce cuerdas, un hammond envolviendo el ambiente y una melodía de cortar el corazón. “The Day Before” distorsiona la voz del australiano hasta darle un clima psicodélico al que colorea con unos coros femeninos al estilo Motown.
“The Ache” y “You & Me” comparten la simbiosis entre la música americana de raiz y las melodías radiofónicas del pop. Capitaneada por el piano y las guitarras doce cuerdas de Carpenter. “On My Mind” sintetiza la propuesta primordial de las buenas canciones, que es ni más ni menos que la de emocionar. El tema doce, sin título y a modo de bonus track, revela la facilidad compositiva de Carpenter a la hora de crear melodías que hablan directamente al corazón, una canción en clave country folk en la que el australiano se presenta como un trovador solitario que expone sus reverencias a los Beatles.
Michael Carpenter asume que escuchando “Rolling Ball” tiene la certeza de estar ante su trabajo más maduro y consistente y que incluso es capaz de hacer otro mejor. A los aficionados nos queda la duda de si mantenemos a Carpenter como nuestro secreto australiano mejor guardado o le deseamos un futuro asalto a las listas de éxitos del pop mundial.
Artículo escrito por Paolo Milèa